ESTIMADO PUBLICO EN GENERAL EL MOTIVO DE LA PUBLICACION DE ESTE ARTICULO POR NUESTRO MEDIO SE DEBE AL OBJETIVO DE RELIZAR UNA CONCIENCIA DE CRITICA Y DE DBATE, AGRADECEREMOS TODO TIPO DE PARTICIPACION,
WIRACOCHA - GECAR (GRIPO ESTUDIANTIL CIENTÍFICO DE ARQUEOLOGÍA)
El Evolucionismo como Anticonocimiento
El doctor Colin Patterson, Conservador del Museo Británico de
Historia Natural, analiza incisivamente
la concepción evolucionista de los orígenes.
Luther D. Sunderland
UN acontecimiento, que podría
tener una trascendencia simi
lar a la de la lectura del artículo
de la obra de Darwin en 1859, tuvo
lugar en el Museo Americano de Historia
Natural en la ciudad de Nueva
York, el 5 de noviembre de 1981, ante
una audiencia de más de 1.000 científicos
que llenaban el auditorio a rebosar.
Cosa irónica, fue otro inglés, el doctor
Colin Patterson, paleontólogo y director
del Museo Británico de Historia Natural,
y editor de su revista, quien leyó un
trabajo desafiando de manera directa
todos los aspectos de la teoría darwinista
de la evolución. Su discurso puede
desde luego enviar ondas de choque por
todas las estancias del sistema científico
establecido, haciendo que la teoría del
equilibrio puntuado, propuesta por
Gould y Eldredge en 1972, pueda llegar
a ser relativamente insignificante.
En esta ocasión no se ofreció una
teoría alternativa; se trató única y exclusivamente
de una crítica exhaustiva y
erudita de la teoría de la evolución, que
es enseñada universalmente en las instituciones
educativas en todo el mundo.
Aunque reconoció que estaba lanzando
un ataque sobre el evolucionismo, y que
se ponía del lado de creacionistas como
Richard Owen, el doctor Patterson no
indicó simpatía alguna hacia el modelo
creacionista de los orígenes, sino que,
de hecho, lanzó reproches sobre los
creacionistas.
El tema de la conferencia era
«Evolucionismo y Creacionismo», título
éste, dijo, que le había sido propuesto
por Don Rosen, Conservador de Peces
en el Museo Americano y otro crítico
del evolucionismo. El primer punto
mencionado fue que era cierto que
durante los últimos dieciocho meses
«había estado dándole vueltas a ideas no
evolucionistas, o incluso antievo–
lucionistas». Explicó por qué: «Una de
las razones por las que empecé a asumir
esta postura antievolucionista, o digamos
que no-evolucionista, es que el año
anterior tuve de repente conciencia de
que durante más de veinte años había
estado pensando que estaba trabajando,
de una u otra forma, sobre el tema de
la evolución. Una mañana me desperté,
y algo había sucedido durante la noche.
Me di cuenta de que había estado trabajando
en esta cuestión durante veinte
años y que no sabía nada acerca de ello.
Es un duro golpe haber podido estar
equivocado durante tanto tiempo.»
Llegó a la conclusión de que sólo
puede haber dos razones para ello. O
algo no iba bien con él, o algo iba muy
mal con la teoría evolucionista. Evidentemente,
sabía que no se trataba de que
él funcionase mal, por lo que comenzó
a sondear la comunidad científica para
ver si había otros que compartían su
misma observación.
Se dedicó a hacerles una sencilla
pregunta. «¿Puede usted decirme algo
que conozca acerca de la evolución,
cualquier cosa que sea cierta?» Lanzó
esta pregunta al personal de geología
del Museo de Historia Natural de
Chicago, y la única respuesta fue «el
silencio». Lo intentó con los miembros
del Seminario de Morfología Evolu–
cionista de la Universidad de Chicago,
un cuerpo evolucionista muy prestigioso,
y todo lo que consiguió fue «silencio
», aunque uno de los miembros
observó jocosamente: «Una cosa sí
que sé: no debería ser enseñadada en
los institutos.»
El doctor Patterson dijo que su segundo
tema era el creacionismo, y,
dándole un trato equilibrado, dijo: «Sabemos
que tampoco debería enseñarse
en los institutos.»
Prosiguiendo, dijo: «El texto de mi
“sermón” viene del libro de Gillespie,
Charles Darwin and the Problem of
Creation [Charles Darwin y el problema
de la creación], de Chicago
University Press (1979). Quiero considerar
la forma en que las dos visiones
alternativas del mundo, el evolu–
cionismo y el creacionismo, han afectado
o podrían afectar la taxonomía.»
Señaló que Gillespie muestra que
Darwin dedicó mucho espacio a atacar
los argumentos creacionistas, y que
intentó reemplazar el paradigma
creacionista con uno que no dejase
12 Génesis — Vol. 1 - Nº 1
diente y sin previo acuerdo en una reunión
del mes anterior: «El valor explicativo
de la hipótesis de la descendencia
común es nulo.»
Después puso el acento sobre lo
anterior, diciendo: «Me parece que el
efecto de la hipótesis de la descendencia
común en la taxonomía no ha sido
meramente el de causar aburrimiento,
no meramente una ausencia de conocimiento,
sino que creo que ha sido el de
dar un positivo anticonocimiento.»
Mientras los miembros de la audiencia
se mantenían sentados en atónito
silencio, él prosiguió diciendo que
el evolucionismo tiene la función de
conocimiento, pero que no da ninguno.
Observó la inexistencia de cualquier
contestación seria a su pregunta:
«¿Puede usted decirme algo que conozca
acerca de la evolución? La
inexistencia de respuestas parece sugerir
que es cierto que el evolucionismo
no comunica ningún conocimiento;
y si no es así, todavía no me
lo han dicho.»
Desarrollando este punto, prosiguió
así: «Todos nosotros poseemos
estanterías repletas de libros acerca de
la evolución. Todos nosotros hemos
leído toneladas de estos libros, y la
mayor parte de nosotros hemos escrito
uno o dos. ¿Cómo puede ser que nadie
haya leído estos libros sin aprender
nada de ellos? ¿Cómo puede ser que
yo haya estado trabajando veinte años
en el tema de la evolución, y sin aprender
nada acerca de ella? El comentario
de Gillespie, “Un vacío que tiene la
función de conocimiento, pero que no
comunica ninguno”, me parece una
afirmación muy precisa, muy idónea.
Pero en taxonomía aparecen partes del
conocimiento evolucionista con el que
nos llenan la cabeza en base de afirmaciones
de lo más general, como, “Los
eucariontes evolucionaron de los
procariontes, los vertebrados evolucionaron
de los invertebrados”, hasta
llegar a afirmaciones más específicas
como, “yo he evolucionado de los simios”.
Me imagino que ahora este
grupo se da cuenta de que tales afirmaciones
concuerdan exactamente con la
descripción de Gillespie: vacíos que
tienen la función de conocimiento,
pero que no comunican ninguno».
Siguió después con la observación de
que esto pone en evidencia «cómo los
ataques más crudos de Gillespie contra
el creacionismo me parece que son
aplicables al evolucionismo.»
Se refirió a la revolución que tiene
lugar en el presente en el seno del pensamiento
evolucionista acerca de los
mecanismos. Dijo: «Bueno, la selección
natural está siendo atacada, y oímos
multitud de nuevas teorías alternativas.
He oído de cuatro durante las últimas
seis semanas.»
Citando de nuevo a Gillespie: «Con
frecuencia, los que mantienen ideas
creacionistas podrían argumentar que
ignoran los medios, afirmando sólo los
hechos.» Patterson afirmó a renglón
seguido, «y esto parece resumir el sentimiento
que tengo al hablar a los
evolucionistas de hoy en día. Argumentan
ellos que ignoran los medios de
transformación, pero que afirman solamente
los hechos, sabiendo que la
evolución ha tenido lugar. Otra vez más,
se trata de dos posturas difíciles de
distinguir.»
Dio dos citas adicionales de
Gillespie: «La supuesta credibilidad de
la teoría era un mero resultado de la
familiaridad». Y, «Demasiada parte del
contenido de la antigua ciencia era consecuencia
de intuiciones en principio no
verificables ni directa ni indirectamente.
» A ello añadió que esto tiene un
sonido familiar, ya que es lo que vemos
una y otra vez en la teoría evolucionista.
La audiencia estaba para este entonces
quedándose paralizada, y cuando dijo
que el evolucionismo era una «fe», el
doctor Eldredge, que estaba de pie cerca
del magnetófono, pudo sólo lanzar un
juramento. El doctor Patterson dijo, a
continuación: «Así que creo que muchos
de vosotros en este auditorio reconocéis
que durante los últimos años, si
habéis reflexionado algo acerca de ello,
habéis experimentado un cambio desde
la evolución como conocimiento a la
evolución como fe. Yo sé que esto es
cierto en mi caso, y creo que es cierto
de una buena parte de los que estáis aquí
ahora.»
Quizá la razón de la evidente resignación
del doctor Eldredge fuese que
sabía que su organización, recientemente
puesta en pie de guerra para combatir
la amenaza creacionista, ya no podría
seguir su táctica preferida, que era la de
afirmar que el paradigma creacionista
debía quedar excluido de las aulas escolares
debido a que se basa en la fe. Por
cuanto destacados científicos de los más
importantes museos del mundo estaban
admitiendo que no podían presentar
ningún hecho concreto en favor del
evolucionismo, que era inverificable
tanto directa como indirectamente, y
que tenía que ser aceptado por fe, se
podía emplear su propia arma contra su
propio paradigma evolucionista.
El doctor Patterson pasó a continuación
a su segundo tema: «Que la evolución
no solamente no comunica ningún
conocimiento, sino que parece comunicar
anticonocimiento, un aparente
conocimiento que es dañino para la
taxonomía.»
Usó lo que él llamó «una parábola»
para ilustrar este extremo acerca de la
controversia en 1861 y 1862 entre T. H.
Huxley y Richard Owen, un creacionista.
Owen insistía en que el hombre
era plenamente distinto de los simios.
No podía ser relacionado con ellos ni
por descendencia ni por otros enlaces
físicos, debido a que el cerebro del
hombre contenía un cierto centro
inexistente en los simios. Huxley insistía
en que el hombre estaba relacionado
con los simios y en que el cerebro de
estos contenía un centro homólogo al
centro hipocampo del hombre. Ahora,
120 años después, Ernst Mayr, el
evolucionista, insiste en que el hombre
es plenamente distinto de los simios,
porque el cerebro del hombre contiene
un cierto centro, el centro de Broca. Se
han invertido los papeles. Bev Halstead
publicó un artículo en el que llama al
doctor Patterson un devoto discípulo de
Richard Owen. A esto, el único
comentario del doctor Patterson fue:
«Así sea. La rueda ha dado una vuelta
casi completa.»
Prosiguió entonces esta parábola
acerca del mismo tema: «Quiero emplearla
para mostrar algo más acerca de
la evolución como antiteoría comunicadora
de anticonocimiento. Es perjudicial
para la taxonomía. ¿Qué es lo que
recomienda Mayr? Recomienda que el
hombre sea mantenido en un grupo
elevado de clasificación, distinto a los
simios. Examinemos qué es lo que le
lleva a hacer esta recomendación. Es su
aparente conocimiento de la evolución,
que el hombre ha evolucionado a una
velocidad excepcional. Estos “hechos”
evolutivos justifican la inclusión del
hombre en un grupo de clasificación
elevado. Examinemos a continuación la
consecuencia de esta recomendación:
El hombre es situado aparte en un grupo
de clasificación superior y los simios
son dejados al carácter de su grupo, un
grupo carente de caracteres y por ello
sin individualidad ni realidad, y por
tanto una abstracción que está fuera del
Génesis — Vol. 1 - Nº 1 13
alcance de la crítica.» Este análisis que
hace el doctor Patterson de los circunloquios
de Mayr es de una excepcional
lucidez. Comprende muy bien el juego
porque durante mucho tiempo ha participado
en él, y sabe muy bien a qué
trucos se ha de echar mano ante la
inexistencia de evidencias sólidas.
Este análisis que hace el
doctor Patterson de los
circunloquios de Mayr es
de una excepcional lucidez.
Comprende muy bien
el juego porque durante
mucho tiempo ha participado
en él, y sabe muy
bien a qué trucos se ha
de echar mano ante la
inexistencia de evidencias
sólidas.
Como ejemplo de ello, afirmó:
«“El hombre evolucionó de los simios.”
Esto debería decirnos algo
acerca de la evolución. Me parece que
tenemos aquí otra afirmación que tiene
apariencia de conocimiento, pero que
de hecho no tiene conocimiento alguno;
se trata de una pieza de anticonocimiento
derivada de la teoría
evolucionista.»
Después presentó una «segunda
parábola» para demostrar que la hipótesis
de la descendencia común tiene
una capacidad explicativa nula.
Mayr había predicho que habría un
genotipo más compartido (genes) entre
el cocodrilo y otro reptil que entre
el cocodrilo y un ave. Luego Patterson
tomó nuevos datos acabados de salir el
mes anterior en Ann Arbor acerca de
los aminoácidos en la a-hemoglobina
de la víbora, del cocodrilo y de la
gallina. La a-hemoglobina contiene
143 aminoácidos. La víbora y el cocodrilo
sólo compartían 8, o un 5,6 por
ciento, mientras que el cocodrilo y la
gallina compartían 25, o el 17,5 por
ciento, y la víbora y la gallina compartían
15, o un 10,5 por ciento. La teoría
evolucionista predeciría que los dos
reptiles compartirían la mayor cantidad
de aminoácidos.
El doctor Patterson concluía: «La
teoría hace una predicción, la hemos
puesto a prueba, y la predicción queda
falsada con toda precisión.» Pero no
está seguro de si hemos falsado los
datos, la teoría, o el conocimiento que
tiene Mayr de la evolución.
Para mostrar que no se trataba de un
caso aislado, prosiguió con varios ejemplos
adicionales. En la mioglobina hay
153 aminoácidos. El lagarto y el cocodrilo
comparten el 10,5 por ciento; el
cocodrilo y la gallina, el 8,5 por ciento;
pero el lagarto y la gallina comparten
también el 10,5 por ciento. Una vez
más, hay algo que va mal si el lagarto
y la gallina comparten la porción más
mínima del genoma.
A continuación empleó la a-hemoglobina
para examinar los mamíferos,
las aves y los cocodrilos. El hombre y
el cocodrilo comparten el 7,7 por ciento,
el cocodrilo y las aves el 7,7 por ciento,
pero el hombre y las aves comparten un
elevado 14,7 por ciento. «¿Qué está
sucediendo aquí?», pregunta él, por
cuanto el hombre y las aves deberían
compartir la cantidad más pequeña de
todas. «Después de todo, las aves y los
mamíferos convergen hacia dentro de la
zona adaptiva endotérmica.» Llega a
esta conclusión después de buscar varias
soluciones: «Así que, después de
todo, el problema parece verdaderamente
irresoluble … la predicción de
Mayr quedó falsada en este punto.»
Aunque, como ya había dicho él antes,
la falsación no es nunca absoluta, por
cuanto no se sabe qué es exactamente
lo que se falsó.
Después examinó la homología al
nivel de las proteínas. Las proteínas son
el producto de los genes. «Aquí se
generaliza mucho el concepto de la
homología. En primer lugar tenemos el
problema de la pluralidad. La pluralidad
es la denominación que dan los que
tratan con las secuencias de proteína a
la relación entre los productos genéticos
que ellos consideran como resultado de
la duplicación genética. Así, la pluralidad
es la versión molecular de la
homología serial en morfología. La diferencia
reside en que en el campo de
la morfología uno puede estar bastante
seguro de que se ha llegado a la analogía
serial debido a que se tiene ontogenia en
la que observar si se trata realmente de
duplicaciones o de algo nuevo. Pero en
las secuencias de proteína y esta cuestión
de la pluralidad y de la duplicación
genética que se infiere, esta inferencia
de duplicación es en cierto modo negativa,
porque no hay manera de investigarla.
A mí me parece que a menudo se
invoca la duplicación genética sencillamente
para desechar todos los datos.
Cuando se están preparando dos secuencias
de proteína como un todo en
lugar de aminoácido por aminoácido, la
homología es, para el biólogo molecular,
un concepto puramente estadístico
… pero aquí tenemos el problema de
si el aminoácido es realmente el mismo.
Debido a la redundancia del código
genético, hay sólo dos aminoácidos de
El doctor Colin Patterson, Conservador del Museo Británico de
Historia Natural, analiza incisivamente
la concepción evolucionista de los orígenes.
Luther D. Sunderland
UN acontecimiento, que podría
tener una trascendencia simi
lar a la de la lectura del artículo
de la obra de Darwin en 1859, tuvo
lugar en el Museo Americano de Historia
Natural en la ciudad de Nueva
York, el 5 de noviembre de 1981, ante
una audiencia de más de 1.000 científicos
que llenaban el auditorio a rebosar.
Cosa irónica, fue otro inglés, el doctor
Colin Patterson, paleontólogo y director
del Museo Británico de Historia Natural,
y editor de su revista, quien leyó un
trabajo desafiando de manera directa
todos los aspectos de la teoría darwinista
de la evolución. Su discurso puede
desde luego enviar ondas de choque por
todas las estancias del sistema científico
establecido, haciendo que la teoría del
equilibrio puntuado, propuesta por
Gould y Eldredge en 1972, pueda llegar
a ser relativamente insignificante.
En esta ocasión no se ofreció una
teoría alternativa; se trató única y exclusivamente
de una crítica exhaustiva y
erudita de la teoría de la evolución, que
es enseñada universalmente en las instituciones
educativas en todo el mundo.
Aunque reconoció que estaba lanzando
un ataque sobre el evolucionismo, y que
se ponía del lado de creacionistas como
Richard Owen, el doctor Patterson no
indicó simpatía alguna hacia el modelo
creacionista de los orígenes, sino que,
de hecho, lanzó reproches sobre los
creacionistas.
El tema de la conferencia era
«Evolucionismo y Creacionismo», título
éste, dijo, que le había sido propuesto
por Don Rosen, Conservador de Peces
en el Museo Americano y otro crítico
del evolucionismo. El primer punto
mencionado fue que era cierto que
durante los últimos dieciocho meses
«había estado dándole vueltas a ideas no
evolucionistas, o incluso antievo–
lucionistas». Explicó por qué: «Una de
las razones por las que empecé a asumir
esta postura antievolucionista, o digamos
que no-evolucionista, es que el año
anterior tuve de repente conciencia de
que durante más de veinte años había
estado pensando que estaba trabajando,
de una u otra forma, sobre el tema de
la evolución. Una mañana me desperté,
y algo había sucedido durante la noche.
Me di cuenta de que había estado trabajando
en esta cuestión durante veinte
años y que no sabía nada acerca de ello.
Es un duro golpe haber podido estar
equivocado durante tanto tiempo.»
Llegó a la conclusión de que sólo
puede haber dos razones para ello. O
algo no iba bien con él, o algo iba muy
mal con la teoría evolucionista. Evidentemente,
sabía que no se trataba de que
él funcionase mal, por lo que comenzó
a sondear la comunidad científica para
ver si había otros que compartían su
misma observación.
Se dedicó a hacerles una sencilla
pregunta. «¿Puede usted decirme algo
que conozca acerca de la evolución,
cualquier cosa que sea cierta?» Lanzó
esta pregunta al personal de geología
del Museo de Historia Natural de
Chicago, y la única respuesta fue «el
silencio». Lo intentó con los miembros
del Seminario de Morfología Evolu–
cionista de la Universidad de Chicago,
un cuerpo evolucionista muy prestigioso,
y todo lo que consiguió fue «silencio
», aunque uno de los miembros
observó jocosamente: «Una cosa sí
que sé: no debería ser enseñadada en
los institutos.»
El doctor Patterson dijo que su segundo
tema era el creacionismo, y,
dándole un trato equilibrado, dijo: «Sabemos
que tampoco debería enseñarse
en los institutos.»
Prosiguiendo, dijo: «El texto de mi
“sermón” viene del libro de Gillespie,
Charles Darwin and the Problem of
Creation [Charles Darwin y el problema
de la creación], de Chicago
University Press (1979). Quiero considerar
la forma en que las dos visiones
alternativas del mundo, el evolu–
cionismo y el creacionismo, han afectado
o podrían afectar la taxonomía.»
Señaló que Gillespie muestra que
Darwin dedicó mucho espacio a atacar
los argumentos creacionistas, y que
intentó reemplazar el paradigma
creacionista con uno que no dejase
12 Génesis — Vol. 1 - Nº 1
diente y sin previo acuerdo en una reunión
del mes anterior: «El valor explicativo
de la hipótesis de la descendencia
común es nulo.»
Después puso el acento sobre lo
anterior, diciendo: «Me parece que el
efecto de la hipótesis de la descendencia
común en la taxonomía no ha sido
meramente el de causar aburrimiento,
no meramente una ausencia de conocimiento,
sino que creo que ha sido el de
dar un positivo anticonocimiento.»
Mientras los miembros de la audiencia
se mantenían sentados en atónito
silencio, él prosiguió diciendo que
el evolucionismo tiene la función de
conocimiento, pero que no da ninguno.
Observó la inexistencia de cualquier
contestación seria a su pregunta:
«¿Puede usted decirme algo que conozca
acerca de la evolución? La
inexistencia de respuestas parece sugerir
que es cierto que el evolucionismo
no comunica ningún conocimiento;
y si no es así, todavía no me
lo han dicho.»
Desarrollando este punto, prosiguió
así: «Todos nosotros poseemos
estanterías repletas de libros acerca de
la evolución. Todos nosotros hemos
leído toneladas de estos libros, y la
mayor parte de nosotros hemos escrito
uno o dos. ¿Cómo puede ser que nadie
haya leído estos libros sin aprender
nada de ellos? ¿Cómo puede ser que
yo haya estado trabajando veinte años
en el tema de la evolución, y sin aprender
nada acerca de ella? El comentario
de Gillespie, “Un vacío que tiene la
función de conocimiento, pero que no
comunica ninguno”, me parece una
afirmación muy precisa, muy idónea.
Pero en taxonomía aparecen partes del
conocimiento evolucionista con el que
nos llenan la cabeza en base de afirmaciones
de lo más general, como, “Los
eucariontes evolucionaron de los
procariontes, los vertebrados evolucionaron
de los invertebrados”, hasta
llegar a afirmaciones más específicas
como, “yo he evolucionado de los simios”.
Me imagino que ahora este
grupo se da cuenta de que tales afirmaciones
concuerdan exactamente con la
descripción de Gillespie: vacíos que
tienen la función de conocimiento,
pero que no comunican ninguno».
Siguió después con la observación de
que esto pone en evidencia «cómo los
ataques más crudos de Gillespie contra
el creacionismo me parece que son
aplicables al evolucionismo.»
Se refirió a la revolución que tiene
lugar en el presente en el seno del pensamiento
evolucionista acerca de los
mecanismos. Dijo: «Bueno, la selección
natural está siendo atacada, y oímos
multitud de nuevas teorías alternativas.
He oído de cuatro durante las últimas
seis semanas.»
Citando de nuevo a Gillespie: «Con
frecuencia, los que mantienen ideas
creacionistas podrían argumentar que
ignoran los medios, afirmando sólo los
hechos.» Patterson afirmó a renglón
seguido, «y esto parece resumir el sentimiento
que tengo al hablar a los
evolucionistas de hoy en día. Argumentan
ellos que ignoran los medios de
transformación, pero que afirman solamente
los hechos, sabiendo que la
evolución ha tenido lugar. Otra vez más,
se trata de dos posturas difíciles de
distinguir.»
Dio dos citas adicionales de
Gillespie: «La supuesta credibilidad de
la teoría era un mero resultado de la
familiaridad». Y, «Demasiada parte del
contenido de la antigua ciencia era consecuencia
de intuiciones en principio no
verificables ni directa ni indirectamente.
» A ello añadió que esto tiene un
sonido familiar, ya que es lo que vemos
una y otra vez en la teoría evolucionista.
La audiencia estaba para este entonces
quedándose paralizada, y cuando dijo
que el evolucionismo era una «fe», el
doctor Eldredge, que estaba de pie cerca
del magnetófono, pudo sólo lanzar un
juramento. El doctor Patterson dijo, a
continuación: «Así que creo que muchos
de vosotros en este auditorio reconocéis
que durante los últimos años, si
habéis reflexionado algo acerca de ello,
habéis experimentado un cambio desde
la evolución como conocimiento a la
evolución como fe. Yo sé que esto es
cierto en mi caso, y creo que es cierto
de una buena parte de los que estáis aquí
ahora.»
Quizá la razón de la evidente resignación
del doctor Eldredge fuese que
sabía que su organización, recientemente
puesta en pie de guerra para combatir
la amenaza creacionista, ya no podría
seguir su táctica preferida, que era la de
afirmar que el paradigma creacionista
debía quedar excluido de las aulas escolares
debido a que se basa en la fe. Por
cuanto destacados científicos de los más
importantes museos del mundo estaban
admitiendo que no podían presentar
ningún hecho concreto en favor del
evolucionismo, que era inverificable
tanto directa como indirectamente, y
que tenía que ser aceptado por fe, se
podía emplear su propia arma contra su
propio paradigma evolucionista.
El doctor Patterson pasó a continuación
a su segundo tema: «Que la evolución
no solamente no comunica ningún
conocimiento, sino que parece comunicar
anticonocimiento, un aparente
conocimiento que es dañino para la
taxonomía.»
Usó lo que él llamó «una parábola»
para ilustrar este extremo acerca de la
controversia en 1861 y 1862 entre T. H.
Huxley y Richard Owen, un creacionista.
Owen insistía en que el hombre
era plenamente distinto de los simios.
No podía ser relacionado con ellos ni
por descendencia ni por otros enlaces
físicos, debido a que el cerebro del
hombre contenía un cierto centro
inexistente en los simios. Huxley insistía
en que el hombre estaba relacionado
con los simios y en que el cerebro de
estos contenía un centro homólogo al
centro hipocampo del hombre. Ahora,
120 años después, Ernst Mayr, el
evolucionista, insiste en que el hombre
es plenamente distinto de los simios,
porque el cerebro del hombre contiene
un cierto centro, el centro de Broca. Se
han invertido los papeles. Bev Halstead
publicó un artículo en el que llama al
doctor Patterson un devoto discípulo de
Richard Owen. A esto, el único
comentario del doctor Patterson fue:
«Así sea. La rueda ha dado una vuelta
casi completa.»
Prosiguió entonces esta parábola
acerca del mismo tema: «Quiero emplearla
para mostrar algo más acerca de
la evolución como antiteoría comunicadora
de anticonocimiento. Es perjudicial
para la taxonomía. ¿Qué es lo que
recomienda Mayr? Recomienda que el
hombre sea mantenido en un grupo
elevado de clasificación, distinto a los
simios. Examinemos qué es lo que le
lleva a hacer esta recomendación. Es su
aparente conocimiento de la evolución,
que el hombre ha evolucionado a una
velocidad excepcional. Estos “hechos”
evolutivos justifican la inclusión del
hombre en un grupo de clasificación
elevado. Examinemos a continuación la
consecuencia de esta recomendación:
El hombre es situado aparte en un grupo
de clasificación superior y los simios
son dejados al carácter de su grupo, un
grupo carente de caracteres y por ello
sin individualidad ni realidad, y por
tanto una abstracción que está fuera del
Génesis — Vol. 1 - Nº 1 13
alcance de la crítica.» Este análisis que
hace el doctor Patterson de los circunloquios
de Mayr es de una excepcional
lucidez. Comprende muy bien el juego
porque durante mucho tiempo ha participado
en él, y sabe muy bien a qué
trucos se ha de echar mano ante la
inexistencia de evidencias sólidas.
Este análisis que hace el
doctor Patterson de los
circunloquios de Mayr es
de una excepcional lucidez.
Comprende muy bien
el juego porque durante
mucho tiempo ha participado
en él, y sabe muy
bien a qué trucos se ha
de echar mano ante la
inexistencia de evidencias
sólidas.
Como ejemplo de ello, afirmó:
«“El hombre evolucionó de los simios.”
Esto debería decirnos algo
acerca de la evolución. Me parece que
tenemos aquí otra afirmación que tiene
apariencia de conocimiento, pero que
de hecho no tiene conocimiento alguno;
se trata de una pieza de anticonocimiento
derivada de la teoría
evolucionista.»
Después presentó una «segunda
parábola» para demostrar que la hipótesis
de la descendencia común tiene
una capacidad explicativa nula.
Mayr había predicho que habría un
genotipo más compartido (genes) entre
el cocodrilo y otro reptil que entre
el cocodrilo y un ave. Luego Patterson
tomó nuevos datos acabados de salir el
mes anterior en Ann Arbor acerca de
los aminoácidos en la a-hemoglobina
de la víbora, del cocodrilo y de la
gallina. La a-hemoglobina contiene
143 aminoácidos. La víbora y el cocodrilo
sólo compartían 8, o un 5,6 por
ciento, mientras que el cocodrilo y la
gallina compartían 25, o el 17,5 por
ciento, y la víbora y la gallina compartían
15, o un 10,5 por ciento. La teoría
evolucionista predeciría que los dos
reptiles compartirían la mayor cantidad
de aminoácidos.
El doctor Patterson concluía: «La
teoría hace una predicción, la hemos
puesto a prueba, y la predicción queda
falsada con toda precisión.» Pero no
está seguro de si hemos falsado los
datos, la teoría, o el conocimiento que
tiene Mayr de la evolución.
Para mostrar que no se trataba de un
caso aislado, prosiguió con varios ejemplos
adicionales. En la mioglobina hay
153 aminoácidos. El lagarto y el cocodrilo
comparten el 10,5 por ciento; el
cocodrilo y la gallina, el 8,5 por ciento;
pero el lagarto y la gallina comparten
también el 10,5 por ciento. Una vez
más, hay algo que va mal si el lagarto
y la gallina comparten la porción más
mínima del genoma.
A continuación empleó la a-hemoglobina
para examinar los mamíferos,
las aves y los cocodrilos. El hombre y
el cocodrilo comparten el 7,7 por ciento,
el cocodrilo y las aves el 7,7 por ciento,
pero el hombre y las aves comparten un
elevado 14,7 por ciento. «¿Qué está
sucediendo aquí?», pregunta él, por
cuanto el hombre y las aves deberían
compartir la cantidad más pequeña de
todas. «Después de todo, las aves y los
mamíferos convergen hacia dentro de la
zona adaptiva endotérmica.» Llega a
esta conclusión después de buscar varias
soluciones: «Así que, después de
todo, el problema parece verdaderamente
irresoluble … la predicción de
Mayr quedó falsada en este punto.»
Aunque, como ya había dicho él antes,
la falsación no es nunca absoluta, por
cuanto no se sabe qué es exactamente
lo que se falsó.
Después examinó la homología al
nivel de las proteínas. Las proteínas son
el producto de los genes. «Aquí se
generaliza mucho el concepto de la
homología. En primer lugar tenemos el
problema de la pluralidad. La pluralidad
es la denominación que dan los que
tratan con las secuencias de proteína a
la relación entre los productos genéticos
que ellos consideran como resultado de
la duplicación genética. Así, la pluralidad
es la versión molecular de la
homología serial en morfología. La diferencia
reside en que en el campo de
la morfología uno puede estar bastante
seguro de que se ha llegado a la analogía
serial debido a que se tiene ontogenia en
la que observar si se trata realmente de
duplicaciones o de algo nuevo. Pero en
las secuencias de proteína y esta cuestión
de la pluralidad y de la duplicación
genética que se infiere, esta inferencia
de duplicación es en cierto modo negativa,
porque no hay manera de investigarla.
A mí me parece que a menudo se
invoca la duplicación genética sencillamente
para desechar todos los datos.
Cuando se están preparando dos secuencias
de proteína como un todo en
lugar de aminoácido por aminoácido, la
homología es, para el biólogo molecular,
un concepto puramente estadístico
… pero aquí tenemos el problema de
si el aminoácido es realmente el mismo.
Debido a la redundancia del código
genético, hay sólo dos aminoácidos de
los veinte, el triptófano y la metiamina,
que sean codificados por un solo
triplete. Todos los demás son codificados
por dos o más tripletes. De modo
que sólo hay dos aminoácidos que son
siempre lo mismo por lo que se refiere
al triplete que los codificó, y son los
aminoácidos más infrecuentes. Constituyen
menos del 2 por ciento de la
secuencia media. Todos los demás
aminoácidos son codificados por dos o
más tripletes, de modo que a nivel de los
aminoácidos, al de las proteínas, al del
producto genético, no se puede hablar
de ello, o difícilmente, como si fuese
una homología a nivel del ADN. Se
están haciendo suposiciones. Así que, a
nivel del producto genético, la homología
resulta ser un concepto bastante
vago.»
El doctor Patterson compara el
ADN de las mitocondrias en el hombre,
en el chimpancé, en el gorila, en el
orangután y en el gibón. Es posible
construir un árbol [evolutivo] en base de
las cantidades empleando un programa
de ordenador, pero «estas cantidades no
surgen en absoluto de los datos … se
trata de un programa que da por cierta
la evolución, y que instruye al ordenador
que encuentre un árbol. Así que mi
pregunta será: ¿De qué nos está hablando
este árbol? ¿Nos está diciendo algo
acerca de la naturaleza, o algo acerca de
la teoría evolucionista?»
Llega así a la siguiente conclusión:
«Un último punto: a este nivel, el nivel
del ADN, tenemos también el problema
de la homología. ¿Qué significado tiene
la homología en términos de ADN? El
proceso de alineamiento es el mismo
que en la secuencia de proteínas, se trata
de algo puramente estadístico; pero
debido a que en el ADN tenemos sólo
cuatro posibles nucleótidos en una posición
determinada, esperamos una coincidencia
del 25 por ciento por mero
azar. Entre estas cinco especies estre14
Génesis — Vol. 1 - Nº 1
chamente relacionadas hay sólo una
coincidencia del 7 por ciento; esto deja
un 45 por ciento de variación para acomodar
todos los otros eucariontes. Creo
que los problemas con la alineación del
ADN son muy difíciles.»
En este trabajo, el doctor Patterson
ha pronunciado la sentencia de muerte
sobre el dominio hegemónico por parte
del paradigma evolucionista sobre la
comunidad científica y sobre la educación
pública. Debido a su prestigio y al
de otros científicos que están de acuerdo
con él, estas extensas críticas no pueden
ser dejadas olímpicamente a un lado,
especialmente por cuanto no se trata de
un creacionista, y que por ello mismo no
tiene motivos que puedan inducirle de
manera particular en contra del evolucionismo.
De hecho, por cuanto toda su
vida ha sido creyente y practicante en el
seno de una actividad investigadora
orientada por el evolucionismo, lo que
sí hubiese podido tener sería un fuerte
motivo para defender el evolucionismo,
en lugar de admitir que había sido
embaucado. Todos sabemos que cualquier
persona corriente hará enormes
esfuerzos para proteger su imagen y
para defender su sistema de creencias.
El doctor Patterson es digno de todo
aprecio por adoptar una postura antievolucionista,
exponiéndose con ello de
manera inevitable al escarnio por parte
de sus pares en el sistema académico. Se
va viendo cada vez con mayor claridad
el error fundamental del sistema
evolucionista, y la verdad acerca de los
Orígenes.
Indudablemente, los evolucionistas
desearán saber qué es lo que aquella
noche produjo el despertar del doctor
Patterson. Bien podría tratarse de una
coincidencia, pero en 1979 el autor de
este artículo le entregó al doctor
Patterson las obras The Creation-
Evolution Controversy [La controversia
creación-evolución], de R. L. Wysong,
y Evolution? The Fossils say No!
[¿Evolución? Los fósiles dicen ¡No!],
de D. T. Gish.
LOS «HOMBRES SIMIOS» -
¿Realidad o ficción?
Malcolm Bowden
Análisis crítico y erudito de las evidencias
generalmente presentadas en
apoyo de la pretensión de que el hombre
desciende de los simios por evolución
biológica. Esta obra, que investiga
los informes originales de los investigadores
antropólogos, haciendo a
cabo un minucioso análisis de las investigaciones
de campo y de laboratorio,
saca a luz pública toda una serie
de hechos que muestran la esterilidad
de todas las pretendidas pruebas del
origen simio del hombre. 15 x 22 cm,
302 págs, 65 ilustraciones, e índices
temático, de ilustraciones y analítico.
Ed. CLIE, Terrassa (Barcelona) ESPAÑA,
1984.
ISBN 84-7228-819-6
AZAR Y CERTEZA
G. Salet
Excelente obra de estudio y consulta,
muestra de manera detallada la imposibilidad
intrínseca de un desarrollo
gradual de las formas vivas al azar,
que es lo que demanda el evolucionismo
en su formulación materialista
del origen del mundo de lo viviente.
Presenta unos valiosos apéndices acerca
de estructuras anatómicas y características
del registro fósil, entre otras
cuestiones. 500 págs. Ed. Alhambra,
Madrid, ESPAÑA, 1975.
ISBN 84-205-0522-6
CREACIÓN, EVOLUCIÓN Y EL
REGISTRO FÓSIL
Duane T. Gish, Ph. D., y otros.
Con sus discontinuidades sistemáticas
y regulares separando los grupos de
vida fosilizada del pasado de una manera
tajante, el registro fósil suministra
una evidencia clara de la creación específica
de los diferentes grupos de
vida, y da testimonio de la ausencia
total de transmutaciones de unos grupos
a otros por evolución. 139 págs.
Ed. CLIE, Terrassa (Barcelona) ESPAÑA,
1979.
ISBN 84-7228-465-4
Génesis — Vol. 1 - Nº 1 15
Una carta muy interesante …
Museo Británico de Historia Natural
Cromwell Road Londres SW7 5BD
Teléfono 01-589 6323 ext
Departamento de Paleontología
Luther D. Sunderland,
5 Griffin Drive,
Apalachin, NY 13732
USA 10 de abril, 1979
Querido Sr. Sunderland,
Gracias por su carta del 5 de marzo, y por sus amables palabras acerca
del Museo y de mi libro. He esperado un par de semanas antes de
responderle, por si las ilustraciones que usted me mencionaba llegaban,
pero no ha sido así.
Estoy totalmente de acuerdo con sus comentarios acerca de la ausencia
de ilustración directa de transiciones evolutivas en mi libro. Me
sugiere usted que se le debiera haber pedido a un artista que visualizase
tales transformaciones, pero, ¿de dónde sacaría él esta información?
Honradamente, yo no la podría dar, y si se hubiese de dejar a la licencia
artística, ¿no se engañaría con esto al lector?
Mi libro lo escribí hace cuatro años. Si fuese a escribirlo ahora, creo
que sería bastante diferente. El gradualismo es un concepto en el que
creo, no sólo debido a la autoridad de Darwin, sino porque mi comprensión
de la genética parece exigirlo. Sin embargo, es difícil refutar a Gould
y a la gente del Museo Americano cuando dicen que no hay fósiles de
transición. Como paleontólogo que soy, me ocupo mucho de los problemas
filosóficos de identificar formas ancestrales en el registro fósil.
Usted me dice que al menos deberíamos «mostrar una foto del fósil del
que se derivó cada tipo de organismo». Lo voy a decir muy claramente:
no existe ningún fósil así para el que se pudiera dar un argumento
fundamentado. La razón es que las declaraciones acerca de ascendientes
y descendientes no son de aplicación en el registro fósil. ¿Es el
Archæopteryx el antecesor de todas las aves? Quizá sí, quizá no: no hay
forma de dar respuesta a esta pregunta. Es cosa fácil inventar historias
acerca de cómo uno dio origen a otro, y encontrar razones de por qué
las etapas serían favorecidas por selección natural. Pero estas historias
no forman parte de la ciencia, porque no hay forma de ponerlas a prueba.
Así, aunque mucho me gustaría complacerle saliendo en defensa del
gradualismo, y dar realidad a las transiciones entre los principales tipos
de animales y plantas, me encuentro algo carente de la justificación
intelectual necesaria para esta tarea.triplete. Todos los demás son codificados
por dos o más tripletes. De modo
que sólo hay dos aminoácidos que son
siempre lo mismo por lo que se refiere
al triplete que los codificó, y son los
aminoácidos más infrecuentes. Constituyen
menos del 2 por ciento de la
secuencia media. Todos los demás
aminoácidos son codificados por dos o
más tripletes, de modo que a nivel de los
aminoácidos, al de las proteínas, al del
producto genético, no se puede hablar
de ello, o difícilmente, como si fuese
una homología a nivel del ADN. Se
están haciendo suposiciones. Así que, a
nivel del producto genético, la homología
resulta ser un concepto bastante
vago.»
El doctor Patterson compara el
ADN de las mitocondrias en el hombre,
en el chimpancé, en el gorila, en el
orangután y en el gibón. Es posible
construir un árbol [evolutivo] en base de
las cantidades empleando un programa
de ordenador, pero «estas cantidades no
surgen en absoluto de los datos … se
trata de un programa que da por cierta
la evolución, y que instruye al ordenador
que encuentre un árbol. Así que mi
pregunta será: ¿De qué nos está hablando
este árbol? ¿Nos está diciendo algo
acerca de la naturaleza, o algo acerca de
la teoría evolucionista?»
Llega así a la siguiente conclusión:
«Un último punto: a este nivel, el nivel
del ADN, tenemos también el problema
de la homología. ¿Qué significado tiene
la homología en términos de ADN? El
proceso de alineamiento es el mismo
que en la secuencia de proteínas, se trata
de algo puramente estadístico; pero
debido a que en el ADN tenemos sólo
cuatro posibles nucleótidos en una posición
determinada, esperamos una coincidencia
del 25 por ciento por mero
azar. Entre estas cinco especies estre14
Génesis — Vol. 1 - Nº 1
chamente relacionadas hay sólo una
coincidencia del 7 por ciento; esto deja
un 45 por ciento de variación para acomodar
todos los otros eucariontes. Creo
que los problemas con la alineación del
ADN son muy difíciles.»
En este trabajo, el doctor Patterson
ha pronunciado la sentencia de muerte
sobre el dominio hegemónico por parte
del paradigma evolucionista sobre la
comunidad científica y sobre la educación
pública. Debido a su prestigio y al
de otros científicos que están de acuerdo
con él, estas extensas críticas no pueden
ser dejadas olímpicamente a un lado,
especialmente por cuanto no se trata de
un creacionista, y que por ello mismo no
tiene motivos que puedan inducirle de
manera particular en contra del evolucionismo.
De hecho, por cuanto toda su
vida ha sido creyente y practicante en el
seno de una actividad investigadora
orientada por el evolucionismo, lo que
sí hubiese podido tener sería un fuerte
motivo para defender el evolucionismo,
en lugar de admitir que había sido
embaucado. Todos sabemos que cualquier
persona corriente hará enormes
esfuerzos para proteger su imagen y
para defender su sistema de creencias.
El doctor Patterson es digno de todo
aprecio por adoptar una postura antievolucionista,
exponiéndose con ello de
manera inevitable al escarnio por parte
de sus pares en el sistema académico. Se
va viendo cada vez con mayor claridad
el error fundamental del sistema
evolucionista, y la verdad acerca de los
Orígenes.
Indudablemente, los evolucionistas
desearán saber qué es lo que aquella
noche produjo el despertar del doctor
Patterson. Bien podría tratarse de una
coincidencia, pero en 1979 el autor de
este artículo le entregó al doctor
Patterson las obras The Creation-
Evolution Controversy [La controversia
creación-evolución], de R. L. Wysong,
y Evolution? The Fossils say No!
[¿Evolución? Los fósiles dicen ¡No!],
de D. T. Gish.
LOS «HOMBRES SIMIOS» -
¿Realidad o ficción?
Malcolm Bowden
Análisis crítico y erudito de las evidencias
generalmente presentadas en
apoyo de la pretensión de que el hombre
desciende de los simios por evolución
biológica. Esta obra, que investiga
los informes originales de los investigadores
antropólogos, haciendo a
cabo un minucioso análisis de las investigaciones
de campo y de laboratorio,
saca a luz pública toda una serie
de hechos que muestran la esterilidad
de todas las pretendidas pruebas del
origen simio del hombre. 15 x 22 cm,
302 págs, 65 ilustraciones, e índices
temático, de ilustraciones y analítico.
Ed. CLIE, Terrassa (Barcelona) ESPAÑA,
1984.
ISBN 84-7228-819-6
AZAR Y CERTEZA
G. Salet
Excelente obra de estudio y consulta,
muestra de manera detallada la imposibilidad
intrínseca de un desarrollo
gradual de las formas vivas al azar,
que es lo que demanda el evolucionismo
en su formulación materialista
del origen del mundo de lo viviente.
Presenta unos valiosos apéndices acerca
de estructuras anatómicas y características
del registro fósil, entre otras
cuestiones. 500 págs. Ed. Alhambra,
Madrid, ESPAÑA, 1975.
ISBN 84-205-0522-6
CREACIÓN, EVOLUCIÓN Y EL
REGISTRO FÓSIL
Duane T. Gish, Ph. D., y otros.
Con sus discontinuidades sistemáticas
y regulares separando los grupos de
vida fosilizada del pasado de una manera
tajante, el registro fósil suministra
una evidencia clara de la creación específica
de los diferentes grupos de
vida, y da testimonio de la ausencia
total de transmutaciones de unos grupos
a otros por evolución. 139 págs.
Ed. CLIE, Terrassa (Barcelona) ESPAÑA,
1979.
ISBN 84-7228-465-4
Génesis — Vol. 1 - Nº 1 15
Una carta muy interesante …
Museo Británico de Historia Natural
Cromwell Road Londres SW7 5BD
Teléfono 01-589 6323 ext
Departamento de Paleontología
Luther D. Sunderland,
5 Griffin Drive,
Apalachin, NY 13732
USA 10 de abril, 1979
Querido Sr. Sunderland,
Gracias por su carta del 5 de marzo, y por sus amables palabras acerca
del Museo y de mi libro. He esperado un par de semanas antes de
responderle, por si las ilustraciones que usted me mencionaba llegaban,
pero no ha sido así.
Estoy totalmente de acuerdo con sus comentarios acerca de la ausencia
de ilustración directa de transiciones evolutivas en mi libro. Me
sugiere usted que se le debiera haber pedido a un artista que visualizase
tales transformaciones, pero, ¿de dónde sacaría él esta información?
Honradamente, yo no la podría dar, y si se hubiese de dejar a la licencia
artística, ¿no se engañaría con esto al lector?
Mi libro lo escribí hace cuatro años. Si fuese a escribirlo ahora, creo
que sería bastante diferente. El gradualismo es un concepto en el que
creo, no sólo debido a la autoridad de Darwin, sino porque mi comprensión
de la genética parece exigirlo. Sin embargo, es difícil refutar a Gould
y a la gente del Museo Americano cuando dicen que no hay fósiles de
transición. Como paleontólogo que soy, me ocupo mucho de los problemas
filosóficos de identificar formas ancestrales en el registro fósil.
Usted me dice que al menos deberíamos «mostrar una foto del fósil del
que se derivó cada tipo de organismo». Lo voy a decir muy claramente:
no existe ningún fósil así para el que se pudiera dar un argumento
fundamentado. La razón es que las declaraciones acerca de ascendientes
y descendientes no son de aplicación en el registro fósil. ¿Es el
Archæopteryx el antecesor de todas las aves? Quizá sí, quizá no: no hay
forma de dar respuesta a esta pregunta. Es cosa fácil inventar historias
acerca de cómo uno dio origen a otro, y encontrar razones de por qué
las etapas serían favorecidas por selección natural. Pero estas historias
no forman parte de la ciencia, porque no hay forma de ponerlas a prueba.
Así, aunque mucho me gustaría complacerle saliendo en defensa del
gradualismo, y dar realidad a las transiciones entre los principales tipos
de animales y plantas, me encuentro algo carente de la justificación
Otra vez, gracias por escribir.
Cordialmente,
[Firmado:] Colin Patterson
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